Volcán Etna: cinco datos clave sobre el coloso más activo de Europa
El volcán Etna, ubicado en la isla italiana de Sicilia, es reconocido mundialmente por su constante actividad eruptiva y su importancia científica. Se eleva a 3.357 metros sobre el nivel del mar, dominando el paisaje de la ciudad de Catania, situada a solo 40 kilómetros de distancia.
Este estratovolcán, con una superficie aproximada de 1.250 km², ha estado activo de manera casi continua durante los últimos 500.000 años. Sin embargo, su forma cónica actual data de los últimos 100.000 años, según el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia (INGV).
Tipo de volcán y comportamiento eruptivo
El Etna es un estratovolcán, o volcán compuesto, caracterizado por sus erupciones explosivas y flujos de lava. Expulsa diversos tipos de magma, como basalto, andesita, dacita y riolita. Estas variaciones hacen que sus erupciones sean impredecibles, con fases de actividad estromboliana, subterminal o lateral.
Actualmente, el volcán Etna se encuentra bajo un nivel de alerta «básico», aunque los expertos del INGV advierten que su estado es de actividad persistente. La emisión continua de gases y pequeñas erupciones estrombolianas son monitoreadas a diario desde estaciones especializadas distribuidas por toda la montaña.
Un peligro potencial para poblaciones cercanas
Aunque pocos habitantes residen a menos de 10 kilómetros del Etna, las erupciones suelen lanzar cenizas, rocas y flujos de lava que pueden alcanzar zonas habitadas y campos agrícolas. En eventos extremos, las coladas de lava han llegado hasta el mar Jónico.
Investigaciones del Centro Helmholtz para las Geociencias (Alemania) alertaron sobre el desplazamiento del flanco oriental del volcán hacia el mar, lo que podría derivar en un colapso masivo con riesgo de tsunami. Este tipo de deslizamientos ya se ha registrado en la prehistoria, hace unos 8.000 años.
En 2013, la Unesco declaró al Etna como Patrimonio de la Humanidad. Se le reconoce no solo por su actividad volcánica, sino también por su impacto en la vulcanología, la geofísica y las ciencias de la Tierra. Es considerado un laboratorio natural único para estudiar los procesos eruptivos y ecológicos.
El entorno del Etna alberga ecosistemas con especies endémicas. Se pueden encontrar zorros, gatos monteses, martas, puercoespines y aves como gavilanes y águilas reales. También destacan los viñedos, olivares y cultivos de pistacho que prosperan gracias a sus suelos ricos en minerales volcánicos.
Fertilidad volcánica y agricultura tradicional
El suelo volcánico del volcán Etna es altamente fértil debido a la descomposición de cenizas y rocas ricas en magnesio y potasio. Este fenómeno ha permitido el desarrollo de una agricultura ancestral en sus laderas, con cultivos de abedules únicos en Europa, así como frutales y huertas de avellanos.
Este uso sostenible de la tierra, junto con la adaptación de la población a la presencia constante del volcán, hace del Etna un ejemplo notable de convivencia entre el ser humano y la naturaleza en condiciones extremas.
El volcán Etna sigue siendo uno de los más activos del planeta, una fuente de conocimiento científico y también un riesgo constante para las comunidades cercanas. Su estudio continúa siendo clave para entender los procesos geológicos y mitigar sus impactos en la vida cotidiana.
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