Cubo de Rubik cumple 50 años: el rompecabezas más simple y complicado de la historia
Ernö Rubik le gusta decir que lo ‘descubrió’, no que lo inventó. Una vez que el cubo es puesto en movimiento, retornarlo a su posición original no es tarea fácil
¡Parece fácil, pero no lo es! Todos (o casi todos) alguna vez hemos pasado horas de horas tratando de alinear sus seis caras de colores, muchos sin imaginar que el pequeño juguete tiene más de 43 trillones de combinaciones posibles. Convertido ya en un ícono de la cultura popular, el Cubo de Rubik cumple este mes 50 años de existencia, desde que fuera creado por un arquitecto en la Budapest de la cortina de hierro, en los días de la Guerra Fría.
Ernö Rubik, a quien le gusta decir que ‘descubrió’ el cubo, no que lo inventó, ha contado en sus memorias (Rubik: la increíble historia del cubo que cambió nuestra manera de aprender y jugar) que un buen día se sentó a pensar en un problema geométrico y en cómo ilustrarlo. “Entonces hice algo que se convertiría en el cubo”, escribe.
Cuenta que la afición por descubrir cosas le vino de su padre, quien estaba obsesionado por crear el planeador perfecto y pasó años elaborando una serie de patentes. Ernö lo recuerda sumergido en sus planos, mientras él se divertía armando rompecabezas, seducido por esa mezcla de orden y caos que encierran estos juegos. El que más le fascinaba era el tangram conformado por un cuadrado dividido en siete partes (cinco triángulos de tamaños variados, un paralelogramo y un cuadrado), con el que podía crear figuras diferentes, recoge el medio argentino La Nación.
Ernö pasó los veranos de su infancia en un lago cerca de Budapest, ocupado en lo que él llama ‘matemáticas recreativas’. Reconoce que para ‘descubrir’ el cubo que lleva su nombre se inspiró en esos rompecabezas de piezas movibles, con patrones de colores, pero él construyó algo diferente: un cubo que podía rotar por un mecanismo interno sin desarmarse.
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El objeto, originalmente llamado Cubo Mágico, está formado por un eje central y 26 cubos movibles, cuyas caras pintadas de un color específico (blanco, naranja, verde, azul, rojo y amarillo) pueden cambiar de lugar.
Así, Rubik construyó una pieza sólida y maleable, sencilla y compleja que abría posibilidades infinitas. Una vez que el cubo es puesto en movimiento, retornarlo a su posición original no es tarea fácil.
Con información de La Nación
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